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Arquitectos: Federico Marinaro Arquitecto
- Área: 847 m²
- Año: 2021
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Fotografías:Javier Agustín Rojas
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Para describir la argumentación que sustenta la obra nos resulta interesante comenzar con una pregunta, ¿Cómo conciliar los diferentes recursos con los que contamos para el habitar futuro, produciendo una arquitectura que opere dentro del mercado inmobiliario? Dentro de la singularidad propia de la economía productiva, constructiva y social, es decir, la economía de recursos de Argentina en el 2019-2021, proponemos la descripción de un modelo específico y local en el que economía, logística, recursos, sistemas productivos y un cierto aspecto de la industrialización a través de las estructuras metálicas se constituyeron en un sistema de trabajo para el estudio, en ciertos proyectos en ejecución y en esta obra recientemente finalizada específicamente.
Aprovechando estas circunstancias, este contexto y la oportunidad que se presenta, queríamos que el encargo sirva para proponer un debate, e intentar operar al margen de la producción local de edificios de viviendas en altura, de esta manera trabajamos con un sistema práctico y pragmático, y para conceptualizar este sistema de trabajo y la defensa de la idea del arquitecto trabajando con sistemas frente a modelos, se plantean cuatro referencias: un cierto aspecto de la arquitectura industrial del siglo XX, Venturi y Scott Brown en (Learning Las Vegas), Atelier Bow-Wow en (Made In Tokyo) y Enrique Walker (Lo Ordinario). Cuatro referencias que son claramente distintas entre sí, pero que comparten cuestiones fundamentales: operan de abajo arriba, trabajan con la realidad, son pragmáticas y ajenas a los modelos abstractos: son un sistema que permiten operar en los márgenes de la disciplina.
Las cuatro aproximaciones convergen en una arquitectura que se produce como resultado del aprovechamiento y manipulación estratégica de los medios productivos y de la realidad, y no de un programa estético, o por aplicación de un método. Cuando en nuestro Estudio lo trasladamos a nuestro sistema de trabajo, o específicamente al Edificio A01, no solo nos inspiramos en estas arquitecturas ordinarias y genéricas, además utilizamos los sistemas industriales para sacarles beneficio. Y a este sistema de “trozos y partes” que parece neutral, intentamos añadirle un valor, trabajar con él a partir de sus propias reglas, pero añadiéndole un valor; la obra intenta moverse en esta línea fina entre lo ordinario y lo extraordinario de la arquitectura.
Estas cuestiones de lo ordinario, la arquitectura sin arquitectos, y los contextos culturales y productivos que generan sistemas de trabajo dentro de los que trabajan los arquitectos como nosotros, son importantes desde el punto de vista de la práctica profesional, porque demuestran que podemos trabajar a partir de lo que hay y producir un valor añadido sobre ello. El proyecto forma parte de una serie de encargos para realizar edificios en altura de renta de uso turístico y mixto en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina.
Los promotores de estos proyectos pertenecen a la industria del acero, lo cual establece una constricción inicial en el uso de recursos materiales y tecnológicos. La peculiaridad de los encargos radica en que los promotores depositan en nuestro Estudio el desarrollo absoluto de los mismos; siendo tarea nuestra identificar los potenciales lotes y las necesidades del barrio en el que se ubican, estableciendo el programa y desarrollo correspondiente.
El objetivo fue implementar un sistema de trabajo y una metodología relacionando las problemáticas iniciales y los argumentos desarrollados en la Memoria Descriptiva. Es decir, que nuestro cliente comercializara perfiles metálicos y tubos de acero fue una constricción inicial que intentamos transformar en una oportunidad para el desarrollo de la obra.
De este modo, la utilización de las estructuras con elementos preformados termina por convertirse en un sistema simbólico propio de la economía de la construcción, la economía de recursos, pero también tiene que ver con la expresión simbólica arquitectónica arraigada en el territorio productivo e interior de la Argentina, que son las estructuras portuarias y naves industriales.
Con lo cual uno puede hacer una arquitectura que tenga ese carácter de soporte programático neutral, dentro de lo productivo, dentro de los sistemas de producción estándar, pero también tener un carácter, adquirir un valor simbólico y esa tradición de lo que plantea Enrique Walker, y a su vez se puede construir un argumento que transcienda ese límite, una producción más sofisticada que es la del prototipo, porque como dice Federico Soriano, “Un prototipo es un instrumento para materializar una idea y explorar o comprobar su relación con la realidad. Se trata de crear algo, de confeccionar un artefacto físico, para testear, explorar o comunicar las ideas de diseño de una cosa, u objeto arquitectónico, que va a ser proyectado. Un prototipo genera empatía, ya que profundiza la comprensión del objeto arquitectónico por usuarios, clientes, y también por los que van a construirlo o fabricarlo.